HUMOR FILOSÓFICO

El Gallo

El Gallo (Rafael Gómez Ortega),

fue un torero español

muy famoso, hermano del

más famoso aún Joselito, que

se relacionaba con lo mejor

de la sociedad de su tiempo.

Cierto día alguien quiso presentarle

a Don José Ortega y

Gasset y al preguntar quién

era este señor le contestaron

que era el más eminente filósofo

español del momento.

Entonces, el matador pidió

que le explicaran en qué consistía

su profesión. “Los filósofos

se dedican a pensar” le

contestaron. Asombrado, el

Gallo contestó “Hay gente

pa' tó”.

martes, 25 de mayo de 2010

APOCALIPSIS

Sobre el asfalto yace una ciudad de
antiguos habitantes exhaustos de atender
la caÍda de nuestras ilusiones. Debajo.
Rasgaduras del peso que oprime
nuestras ligeras manos horadadas en
canales de espesura implacable. Restos
de la abierta licencia de los deseos cae
en cascadas el llanto de los desconsolados.
Miles de antenas abiertas al espacio
vacío auguran el tiempo en el que
los tranvías no se llaman Deseo. Peligro
en el canto de la boca y susurros al
silencio de las respuestas. Candidez
ultrajada del canto virgen, luego, freno,
temor. Si el tiempo fuera de esparto y
atado en el cinto de la esperanza cubriera
nuestras inquietudes y no este
desasosiego. Mientras, los hocicos de
los astutos asoman entre los racimos de
la uva. Nosotros caminamos bajo el
lento paso de los naranjales del verano.
Usaremos las alas de la conciencia
abierta. Trazaremos los parques con la
escuadra rota y romperemos las barreras
de un tiempo que si bien fue poco
generoso con el poeta dejó una luz para
iluminar las terrazas afligidas.
Pasto de los rebaños y manantial de
agua fría. Un nuevo mundo para el devorador
de los dientes torcidos. No estaremos
el día de las batas blancas manchadas
con el espanto. El tiempo, la
gran mentira.
Reto al ser que imagina su propia
sombra sobre la pared de un día. Hueco
y vacío y una forma. Bajo el claro
azul de un mayo que se marcha describiendo
en el aire la curva de unos senos.
Raya y manto del mar estéril,
canto de una fábrica de redondos pilares
que sustentan el ser sin ser. Basta.
El gran seductor de todas las maneras
posibles no vacía su cuenco
seco sobre una concha blanca de alabastro.
La palabra se alza en el vano
de la puerta y grita que el lugar se ha
cubierto de una espesa niebla de imprecaciones
al sol. Pagaremos la insolencia
y la ventisca dirá nuestros
nombres.
Mientras, quedarán tus huellas limpias
sobre la arena húmeda de una playa
el día de la última ola.

Benjamín Castillo Barragán
(Jefe de Estudios)

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