HUMOR FILOSÓFICO

El Gallo

El Gallo (Rafael Gómez Ortega),

fue un torero español

muy famoso, hermano del

más famoso aún Joselito, que

se relacionaba con lo mejor

de la sociedad de su tiempo.

Cierto día alguien quiso presentarle

a Don José Ortega y

Gasset y al preguntar quién

era este señor le contestaron

que era el más eminente filósofo

español del momento.

Entonces, el matador pidió

que le explicaran en qué consistía

su profesión. “Los filósofos

se dedican a pensar” le

contestaron. Asombrado, el

Gallo contestó “Hay gente

pa' tó”.

martes, 2 de junio de 2009

EL EQUILIBRISTA


El equilibrio no es una tarea sencilla, además de habilidad y técnica requiere otras cualidades que se deben mantener, como la atención, tener todos los sentidos puestos en el objetivo, tranquilidad: no hay prisa, no hay recorrido ni camino largo, el camino es la meta; y sobre todo, concentración, para coordinar todos nuestros movimientos, dirigir cada paso por el lugar adecuado y controlar la energía y la fuerza que empleamos en avanzar, ni más de la necesaria ni menos, porque ahí está el gran secreto del perseguido y ansiado equilibrio, en evitar los extremos. En el alambre o en la cuerda, el extremo puede significar el fin de nuestro recorrido, puede llevarnos a la caída, al fallo, al error, al vacío… El equilibrista lo sabe, y por eso los evita, si se balancea hacia un lado, hace contrapeso hacia el otro, si tiene tendencia a desviarse hacia un lado, camina forzándose hacia el otro, siempre buscando el término medio, porque es la única manera de avanzar, de mantener el equilibrio necesario para llegar al final de su cuerda sin sufrir daño alguno. En la vida también nos encontramos con extremos, extremos que pueden hacernos caer y caer, esclavizarnos, humillarnos, desviarnos, causarnos dolor, dependencia, sufrimiento: la droga, el alcohol, la venganza, la ira ( que puede llevarnos a desear destruir a alguien o algo), la mentira…, incluso las cosas que en un principio no tienen nada dañino ni malo en su naturaleza, llevadas a un extremo pueden causar los mismos efectos que las anteriores: el consumismo, la obsesión, el dinero, Internet, la televisión, la pasión… Todo lo llevado a su punto máximo o a su punto mínimo es perjudicial y dañino: la virtud, como dijo Aristóteles, está en el término medio. Por ejemplo, el dinero: su falta provoca necesidad, hambre, enfermedad, marginación…, no poder cubrir las necesidades mínimas y básicas de un persona; en cambio, su exceso…, ¿es malo el exceso de dinero? Si todo el mundo lo persigue, ¿qué daño puede causar? Todos deseamos tener más dinero del que tenemos, para ello trabajamos excesivamente, ahorramos, otros roban, mienten, estafan… Nadie está nunca conforme con el que tiene, siempre quiere más y más…, y ese es el gran daño que provoca en las personas. Nos corrompe, nos hace desear algo que es efímero, perseguir algo que creemos que nos dará la felicidad, pero que no es más que un simple engaño. Nos confunde, nos obsesiona. El término medio, es la única manera de avanzar. Para mantener este término medio es necesario el equilibrio. El del equilibrista consiste y persigue lo mismo del que vive: evitar los extremos. Nadie nace con esta cualidad, ninguna persona es capaz de subir a un alambre o cuerda y caminar por ella. Ninguna persona vive sin haber caído nunca en la tentación de los fáciles extremos. Pero es que el equilibrio se aprende. Unos tienen más capacidad que otros, y les resulta más fácil, y otros tenemos que esforzarnos y concentrarnos el doble para no caer. El ser humano debería adoptar la postura apropiada para avanzar en el alambre de la vida. El equilibrio es todo un arte, el de equilibrar nuestro mundo interno con el que nos rodea, con el externo. ¡Intentemos ser artistas!

Mª Soledad Molina González (1º BCyT)

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