
España se dirige hacia una generación consentida y mimada, que se cree con derecho a todo, pero que cree no tener ningún deber. Cuando los jóvenes de hoy en día alcanzan la mayoría de edad, la solución parece ya inexistente. Sin embargo, cuando son pequeños y todavía pueden ser corregidos en su conducta, nadie parece tener el mínimo interés en llevar su educación por el buen camino, bien porque no saben o porque, simplemente, no quieren. Aún más, frecuentemente llego a ver padres jactándose ante sus amigos y elogiando a sus hijos por hacer lo que está mal: “¡Mira qué mono cuando dice tacos!” “¡Mira qué cara más graciosa pone cuando le doy cerveza!”. Sí, sí, muy mono, hasta que llega al parricidio, donde se acaba toda la gracia. Conforme el niño crece va mostrando su intolerancia a que le lleven la contraria y, cuando empieza a ir al instituto, esto empeora de forma considerable. Es entonces cuando los padres reaccionan, pero no saben hacer otra cosa que echarles la culpa a la pobre educación que, según ellos, imparten los profesores, cuando en realidad, la raíz de todo es la pésima base de educación y conducta que les han dado ellos. Es cierto que el instituto también influye; la semilla ególatra sembrada por los padres ve aquí un buen momento para crecer, incentivada por el ambiente del instituto, principalmente sus compañeros, los cuales llegan también de sus casas con una paupérrima base. Y no sólo los padres y el instituto en general son causantes de esto, sino que también influye el estado, que en cada cambio de gobierno introduce un nuevo plan de estudios con más visión innovadora que resultados prácticos, sin conseguir así evitar esta importante corriente hacia el egocentrismo, el autoritarismo y la violencia. Importante sobre todo porque se trata de un problema que se va agravando con el tiempo, lentamente: unos pocos padres maleducan a sus hijos, éstos al crecer se cruzan con otros de su misma conducta y empeoran, arrastrando a su mala corriente a otros jóvenes que, en un principio, tenían una buena base. Estos jóvenes luego serán padres y criarán a una prole a la que educarán igual e incluso peor de como lo hicieron sus padres. Y así, con este peligroso círculo vicioso, en las aulas y las calles cada vez será mayor el número de pequeños y agresivos dictadores.
Sara Romero Tabaco (2ºBCS)
Sara Romero Tabaco (2ºBCS)
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