HUMOR FILOSÓFICO

El Gallo

El Gallo (Rafael Gómez Ortega),

fue un torero español

muy famoso, hermano del

más famoso aún Joselito, que

se relacionaba con lo mejor

de la sociedad de su tiempo.

Cierto día alguien quiso presentarle

a Don José Ortega y

Gasset y al preguntar quién

era este señor le contestaron

que era el más eminente filósofo

español del momento.

Entonces, el matador pidió

que le explicaran en qué consistía

su profesión. “Los filósofos

se dedican a pensar” le

contestaron. Asombrado, el

Gallo contestó “Hay gente

pa' tó”.

martes, 2 de junio de 2009

ALMA DE TODOS


Mi pequeño Peter no habla, a veces lo veo jugar con su sombra, está perdido en un mundo al que yo no puedo llegar. El capitán Garfio lucha constantemente contra el monstruo que se tragó el tiempo y, como en los relojes blandos de Dalí, lo dejó quieto, parado, inmóvil... Si encontrara los polvos mágicos de campanilla quizás podría volar hasta él. …/… Eran las once de la noche y Alma había concluido con su trabajo. Se apresuró a coger su abrigo y su bolso y salió a la calle. Sólo quería llegar a su casa y verlo a él, sentirle, quererle… Aún tintineaba en su cabeza la melodía de aquel programa: mi amor no es amor de uno solo sino alma de todos, mi amor no precisa fronteras, como la primavera no prefiere jardín. Ella quería ser periodista, corresponsal en tiempos de guerra, quería hablarle al mundo de la injusticia, del dolor de los demás. El programa en la emisora "Alma de todos" le había dado la oportunidad de luchar por el derecho y la igualdad entre hombres y mujeres, personas de diferentes razas, personas con discapacidad... La fuerte lluvia le mojaba el pelo y la cara, la calle estaba vacía, no le importaba. Las palabras de Cernuda le llenaban su corazón y su pensamiento: " Tú justificas mi existencia, si no te conozco no he vivido, si muero sin conocerte, no muero porque no he vivido" Él le había dado tanto, le había enseñado a vivir, le había enseñado lo que era el dolor y el sufrimiento. La felicidad, sí, esa felicidad, esos momentos que llenan nuestra vida y que te hacen sentir dichosa, íntegra y totalmente útil. Él le había enseñado valores, valores incalculables, valores que no tienen nada que ver con desear cosas que al fin y al cabo no nos hacen grandes como personas ni nos aportan nada a nuestra felicidad, valores que hoy en día no se conocen porque sólo buscamos egoístamente llenarnos a nosotros mismos, valores que enriquecen y hacen grandes a las personas. Era muy valiente y, sin embargo, ahora sentía miedo. Tenía miedo de perderle. El camino era largo, recordaba sus tiempos de juventud, cuánto había pasado, había aprendido a tener paciencia, a trabajar y a luchar por lo que se cree y se desea; constantemente se repetía: "Si tú crees en ello con todas tus fuerzas también lo creerán los demás". Por fin, llegó a casa. Lo que Alma no sabía es que hoy se cumplirían todos sus sueños, ella sin saberlo había encontrado los polvos mágicos de campanilla, no era otra cosa que el trabajo, la dedicación, el esfuerzo, la constancia, la esperanza y la ilusión. Abrió la puerta y lo vio a él. La miró con sus ojos grandes y negros, grandes y profundos como el mar, como un cielo de estrellas..., le sonrió y le dijo: “MAMÁ TE QUIERO”.

Eva Corona Fernández (2º BSO)

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