HUMOR FILOSÓFICO

El Gallo

El Gallo (Rafael Gómez Ortega),

fue un torero español

muy famoso, hermano del

más famoso aún Joselito, que

se relacionaba con lo mejor

de la sociedad de su tiempo.

Cierto día alguien quiso presentarle

a Don José Ortega y

Gasset y al preguntar quién

era este señor le contestaron

que era el más eminente filósofo

español del momento.

Entonces, el matador pidió

que le explicaran en qué consistía

su profesión. “Los filósofos

se dedican a pensar” le

contestaron. Asombrado, el

Gallo contestó “Hay gente

pa' tó”.

sábado, 18 de abril de 2009

EL COMIENZO DEL CAMINO

Al igual que otras muchas tardes, poco antes de la puesta de sol, el joven discípulo se encontró con su maestro en el campo de amapolas y quiso aprovechar la ocasión de conversar con él sobre los temas que le preocupaban. "Maestro, he estado pensando sobre la vida tras la muerte". El maestro lo miró fijamente. "Bueno, desde un punto de vista literal, la vida tras la muerte no existe. Cuando lo que está vivo muere, abandona la vida. - y luego añadió - Pero supongo que te refieres a un punto de vista anímico. Cuéntame, hijo, ¿a qué conclusiones has llegado?" "He estado observando varias religiones... Me he dado cuenta de que la mayoría de las culturas afirman que tenemos un alma eterna y que, cuando nuestro cuerpo muere, ésta va a otro cuerpo o a otro mundo o a alguna otra parte". "¿Y tú qué opinas?" El discípulo se paró unos instantes buscando las palabras. "Yo creo que lo más lógico es pensar lo contrario; el alma es efímera, perecedera, es el cuerpo el que es eterno". Algo pareció brillar entonces en los ojos del maestro cuando añadió: "Explícame eso". "A mi parecer, el alma es el resultado del conjunto formado por la VIDA y la MENTE, que, a veces, viene acompañada también de la CONSCIENCIA. La vida la posee todo ser vivo; la mente todos los animales; pero la consciencia, sólo los seres humanos". "Pero no existe consciencia sin mente ni sin vida..." "No. Supongo, maestro, que cada nivel depende del anterior y en el más alto de éstos, la consciencia es lo que establece una diferencia sensible entre el hombre y el resto de los animales. Ésta le hace percatarse de sí mismo, de su existencia, de su historia. También del paso del tiempo..., que le llevará a la muerte". El maestro comenzó a andar lentamente, entre las amapolas y el discípulo iba tras sus pasos, observando sus reacciones ante el torrente de ideas y pensamientos que brotaban de su joven cabeza y escapaban por sus labios. "Y dime, hijo, según tu teoría, ¿qué pasa tras la muerte?" "Maestro, al morir se pierde la vida. Ésta es el sustento principal que hace posible la existencia de mente y consciencia, por lo que éstos también se pierden. Sin embargo, el cuerpo permanece. Carece de vida, sí, pero no pierde su esencia: sigue siendo cuerpo, esto es, materia. Aunque, poco a poco, lentamente, irá luego cambiando, transformándose en aire..., en tierra..., en agua..., en plantas... Nuestra materia perdura porque los componentes elementales que la forman son los mismos que forman también y dan el ser a las rocas y la arena de la playa, los árboles del camino y las briznas de hierba que el viento abraza y empuja. Muchos ciclos de materia formarán otras cosas después de que nosotros ya no estemos". "¿Te das cuenta de qué consecuencias se desprenden de tus palabras? Según esto que dices, no podemos afirmar que nuestro cuerpo nos pertenece, no es "nuestro" cuerpo. En todo caso, sólo lo es ahora, en este momento". "Así lo creo, maestro. Nuestro cuerpo no nos pertenece porque es una materia que compartimos con el universo entero y que sólo la hemos tomado prestada como soporte existencial, mientras vivimos". Esta vez el gran maestro no contestó. "¿Qué le parece mi hipótesis, maestro? ¿Cree que estoy en lo cierto?" El maestro, pensativo, levantó su cabeza dejando que se perdiera su mirada más allá de las montañas nevadas que presidían el valle. El discípulo lo observaba guardando un respetuoso silencio, hasta que finalmente dijo con voz grave: "No pensaba en la veracidad o en la falsedad de tus razonamientos, querido discípulo. Te ruego que no te ofendas, pero ese detalle importa realmente poco. Con tu exposición de ideas me has revelado algo mucho más importante". "Estoy intrigado, maestro, ¿de qué se trata?" "Es evidente que por fin, has empezado a pensar por ti mismo y eso te coloca en un lugar muy importante de tu aprendizaje: ahora estás en el comienzo del camino, síguelo y no lo abandones nunca".Al igual que otras muchas tardes, poco antes de la puesta de sol, el joven discípulo se encontró con su maestro en el campo de amapolas y quiso aprovechar la ocasión de conversar con él sobre los temas que le preocupaban. "Maestro, he estado pensando sobre la vida tras la muerte". El maestro lo miró fijamente. "Bueno, desde un punto de vista literal, la vida tras la muerte no existe. Cuando lo que está vivo muere, abandona la vida. - y luego añadió - Pero supongo que te refieres a un punto de vista anímico. Cuéntame, hijo, ¿a qué conclusiones has llegado?" "He estado observando varias religiones... Me he dado cuenta de que la mayoría de las culturas afirman que tenemos un alma eterna y que, cuando nuestro cuerpo muere, ésta va a otro cuerpo o a otro mundo o a alguna otra parte". "¿Y tú qué opinas?" El discípulo se paró unos instantes buscando las palabras. "Yo creo que lo más lógico es pensar lo contrario; el alma es efímera, perecedera, es el cuerpo el que es eterno". Algo pareció brillar entonces en los ojos del maestro cuando añadió: "Explícame eso". "A mi parecer, el alma es el resultado del conjunto formado por la VIDA y la MENTE, que, a veces, viene acompañada también de la CONSCIENCIA. La vida la posee todo ser vivo; la mente todos los animales; pero la consciencia, sólo los seres humanos". "Pero no existe consciencia sin mente ni sin vida..." "No. Supongo, maestro, que cada nivel depende del anterior y en el más alto de éstos, la consciencia es lo que establece una diferencia sensible entre el hombre y el resto de los animales. Ésta le hace percatarse de sí mismo, de su existencia, de su historia. También del paso del tiempo..., que le llevará a la muerte". El maestro comenzó a andar lentamente, entre las amapolas y el discípulo iba tras sus pasos, observando sus reacciones ante el torrente de ideas y pensamientos que brotaban de su joven cabeza y escapaban por sus labios. "Y dime, hijo, según tu teoría, ¿qué pasa tras la muerte?" "Maestro, al morir se pierde la vida. Ésta es el sustento principal que hace posible la existencia de mente y consciencia, por lo que éstos también se pierden. Sin embargo, el cuerpo permanece. Carece de vida, sí, pero no pierde su esencia: sigue siendo cuerpo, esto es, materia. Aunque, poco a poco, lentamente, irá luego cambiando, transformándose en aire..., en tierra..., en agua..., en plantas... Nuestra materia perdura porque los componentes elementales que la forman son los mismos que forman también y dan el ser a las rocas y la arena de la playa, los árboles del camino y las briznas de hierba que el viento abraza y empuja. Muchos ciclos de materia formarán otras cosas después de que nosotros ya no estemos". "¿Te das cuenta de qué consecuencias se desprenden de tus palabras? Según esto que dices, no podemos afirmar que nuestro cuerpo nos pertenece, no es "nuestro" cuerpo. En todo caso, sólo lo es ahora, en este momento". "Así lo creo, maestro. Nuestro cuerpo no nos pertenece porque es una materia que compartimos con el universo entero y que sólo la hemos tomado prestada como soporte existencial, mientras vivimos". Esta vez el gran maestro no contestó. "¿Qué le parece mi hipótesis, maestro? ¿Cree que estoy en lo cierto?" El maestro, pensativo, levantó su cabeza dejando que se perdiera su mirada más allá de las montañas nevadas que presidían el valle. El discípulo lo observaba guardando un respetuoso silencio, hasta que finalmente dijo con voz grave: "No pensaba en la veracidad o en la falsedad de tus razonamientos, querido discípulo. Te ruego que no te ofendas, pero ese detalle importa realmente poco. Con tu exposición de ideas me has revelado algo mucho más importante". "Estoy intrigado, maestro, ¿de qué se trata?" "Es evidente que por fin, has empezado a pensar por ti mismo y eso te coloca en un lugar muy importante de tu aprendizaje: ahora estás en el comienzo del camino, síguelo y no lo abandones nunca".

Sara Romero Tabaco (2º BCNS)

5 comentarios:

  1. El comienzo y el final no se puede predecir desde la mayoría de los aspectos ya que el límite que separa los dos puntos pueden estar recorrido desde su trayecto sin saber si se encuentra en esa irrealidad reflejada que encamina nuestro camino

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  2. Alfonso Gregorio Velázquez Delgado21 de abril de 2009, 14:31

    Tras leer este artículo, que por cierto me ha gustado bastante, me ha hecho recapacitar sobre lo que es el pensamiento, y es que al estar delante de la televisión no se piensa ya que te lo dan todo sin la necesidad de pensar sobre lo visto. Pero lo he estado leyendo he pensado sobre las ideas del discipulo que se a impuesto incoscientemente a sí mismo de tal forma razonada que deja a su maestro callado y pensando sobre la hipótesis que le ha presentado.

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  3. Tu comentario, Alfonso, también me ha hecho pensar a mí, y es que se me ha ocurrido que al leer la gente este microrelato puede que les "llegue", y que les haga pensar, colocandolos a ellos en el comienzo de su propio camino, como hizo conmigo cuando lo escribí.

    Me alegra saber, pues, que hace pensar.

    PD: soy la autora de este microrelato filosófico, para quien no me conozca.

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  4. Sara me parece un articulo estupendo, la verdad que me ha hecho pensar muchísimo y deja una sensación más buena una vez lo acabas de leer, que incluso me lo he llegado a leer 3 veces. Sinceramente, te doy mi enhorabuena.
    PD: Todavía no me he puesto a escribir todo lo que me ha hecho pensar tu artículo, pero cuando lo haga lo escribiré aquí también.

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  5. Luis Andrés Velázquez Delgado26 de abril de 2009, 15:24

    Sobre este tema se ha tratado desde los primeros indicios de conciencia en los primeros homínidos. En el artículo de Sara, el pupilo cree que lo que permanece cuando alguien muere es el cuerpo y lo que desaparece o deja de aparecer es el alma ya que esta es una pura invención del hombre para creer que en una vida tras la muerte.

    Pero lo que este pupilo opina es todo los contrario a lo que se ha creido siempre. Científicamente se demuestra que tras morir no nos reencarnamos en ningún otro ser y lo sabemos pero queremos creer lo contrario: podemos vivir en un mundo donde domine la verdad y la pongamos ante todo o podemos vivir en un mundo feliz donde nos creamos nuestra propia mentira.

    Naturalmente, todo el mundo espera que no halla un fin, que no termine todo y precisamente esta es la opción que todos los filósofos coinciden. Algunos creerán en unas religiones y/o creencias distintas pero todas coinciden en una vida depués de la muerte.

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