HUMOR FILOSÓFICO

El Gallo

El Gallo (Rafael Gómez Ortega),

fue un torero español

muy famoso, hermano del

más famoso aún Joselito, que

se relacionaba con lo mejor

de la sociedad de su tiempo.

Cierto día alguien quiso presentarle

a Don José Ortega y

Gasset y al preguntar quién

era este señor le contestaron

que era el más eminente filósofo

español del momento.

Entonces, el matador pidió

que le explicaran en qué consistía

su profesión. “Los filósofos

se dedican a pensar” le

contestaron. Asombrado, el

Gallo contestó “Hay gente

pa' tó”.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

ENCUENTRO CON LA FILOSOFIA

En mi primer contacto con la filosofía, tratando de saber un poco de ella, a qué se dedica y cuáles son sus objetivos, encuentro que los filósofos son “amigos del saber”, y como tales, buscan la sabiduría como ideal; y para ello, cultivan el asombro y la capacidad de hacer preguntas. Fue precisamente esto último lo que más me hizo reflexionar. Hoy en día, en una sociedad donde todos vamos corriendo, todos llevamos prisa y la mayoría padecen estrés, me parece fascinante conservar la capacidad de asombro y la necesidad de hacer preguntas; ya que la mayoría estamos a expensas de lo que nos cuentan, es decir, de los asombros tal vez de los demás. Por ejemplo si estudiamos el modelo atómico de Dalton, ampliamos conocimientos que responden al asombro del propio Dalton, quien observó los fenómenos de la naturaleza, experimentó, ordenó los datos y elaboró una teoría; pasos del método científico que ahora compruebo que tienen mucho más que ver con la filosofía de lo que yo había imaginado. Pero en ningún caso se trata de razonamientos hechos por nosotros mismos, que deberíamos ser pequeños filósofos de la vida y convertirnos así en protagonistas de nuestro mundo. Si paramos un poco y comenzamos a hacer preguntas, compruebo que yo particularmente tengo muchas, lo que me lleva a pensar que soy un gran ignorante; pero por otro lado, me reconforta pensar que puedo tener una gran capacidad de asombro, pues si supiera qué es lo que me asombra, no me asombraría. De ahí que asombro e ignorancia son como dos caras de una misma moneda; y es el asombro precisamente la puerta del conocimiento. Sin asombro no hay cuestionamiento posible de los fenómenos que tenemos delante, los cuales deben tener explicación y una respuesta para cada una de las innumerables preguntas que pueden circular por nuestra mente. Para elaborar una teoría, cualquiera que sea, desde el punto de partida hasta la conclusión hay un largo camino y a veces también difícil. Algunas veces, los razonamientos que elaboramos pueden quedar en el vacío y no conducir a ninguna parte, como cuando tratamos de resolver un problema de matemáticas y no damos con la propiedad adecuada que hay que aplicar… vamos dando pasos
que no nos llevan a la solución, sólo dando vueltas en una rueda que gira sobre sí misma; se mueve pero no nos lleva a ninguna parte. Es el asombro el que nos marca el camino, además del pensamiento, que es la capacidad que nos reafirma en nuestra condición de ser humano. Si a esta capacidad de asombro le unimos la capacidad de hacer preguntas y tratamos de dar respuestas empleando únicamente la razón y desechando las creencias y supersticiones, estaremos llevando a cabo uno de los grandes triunfos de la comunidad humana, el discurso racional; y como la filosofía es heredera del pensamiento racional, estaremos llevando a cabo uno de los ejercicios que me parecía más difícil al iniciarme en
esta asignatura; estaremos filosofando.

Manuel Molina González (1º BCyT)

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