Quizá por mi forma de ver la vida, decir adiós no es una simple palabra sino que implica abandonar una parte de tu vida para comenzar otra nueva. Dejar no sólo a la persona de quien te despides sino todo lo que te ata a ella no significa olvidarla, al contrario, la recuerdas pero sin dolor.
Para decirle adiós a una persona primero debes estar completamente seguro de que quieres que salga de tu vida, de que tú te diriges hacia un camino donde no hay cabida para los dos; pero, sobre todo, debes asegurarte de que esa despedida es para los dos el capítulo final de un libro lleno de recuerdos felices que llevarán toda su vida.
Si no puedes convencerte de esto, es inútil que le digas adiós a esa persona que quieres, porque esto dejará de ser un hecho para convertirse en una frase fría y vacía que al contrario de hacerte más fuerte te desgarra el alma al repetirte cada día qué habría pasado si en vez de abandonarlo hubieses luchado por él y esa es una duda que con el tiempo se convierte en frustración, en un capitulo vacío que te esforzarás por borrar y tanto será tu esfuerzo que lo recordarás aún más.
Dicen muchos escritores que recordar es volver a vivir y volver a vivir un capítulo triste de tu vida te hará temer cada día más volver a equivocarte con alguien. Has de estar seguro de que el decirle adiós a esa persona que quieres es un hecho que te lleva a ser una persona feliz, realizada y, sobre todo, consciente de vivir tu vida plenamente y que el día de mañana la recordarás y no te atormentarás.
Todo en esta vida es pasajero, pero no es fácil dejar que la vida pase frente a tus ojos sin que tú sepas que la estás desperdiciando en cosas vacuas que sólo te hacen creer que eres feliz sin preguntarte si realmente lo eres. Porque a veces vivimos tan esforzados por encontrar la gran felicidad que nos olvidamos de esas pequeñas alegrías que le dan sentido a nuestras vidas.
Lucía Ortega Ramos (2º BCyT)
martes, 25 de mayo de 2010
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